Quizás en la actualidad recibimos los avances tecnológicos y de investigación médica tal cual lo manifiestan los medios de comunicación y algunas publicaciones especializadas en su ramo. Todo de lo más normal. Pero que pasa si esto se refiriera a la bien llamada Peste Negra del siglo XX, el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).
Hoy ya aclamado como Premio Novel De Química 1993, Kary Mullis finalmente logró y demostró a toda la comunidad científica que esta debilidad del organismo humano era consecuencia del Virus De Inmunodefiencia Humana (VIH), y que no concretamente afectaba alas personas homosexuales o drogadictas cuyas edades oscilaban entre los 25 y 40 años.
Algo tan simple como ello requirió de muchas pruebas experimentales, y hubo necesidad de acercarse a enfermedades similares como el Virus De Inmunodeficiencia Simia (VIS), resultado de otra investigación realizada por los centros para el control de enfermedades.
Lo más sorprendente de este asunto, es que el propio Mullis se vio en la necesidad de realizar sus propios estudios a manera profunda hasta el grado de llegar a inventar la Reacción En cadena De La Polimerasa (PCR), la cual logró confirmar su hipótesis de que el VIH originaba el SIDA, a través de un análisis logrado en un medio con ácido nucleico.
El comprobar esta nueva propuesta sobre esta “epidemia” del siglo XX radicó en comenzar a intercambiar numerosas ideas sobre el SIDA. Cuando Mullis llegó a conocer a Peter Duesberg, otro virólogo de Berkley -quien tenía algunas complicaciones para no desligar al VIH con el SIDA, Karry solo agregó que “tampoco hemos sido capaces de descubrir por qué los médicos recetan una droga tóxica llamada AZT (Zidovudinia-Retrovir) a personas que no tienen otro mal que la presencia de anticuerpos VIH dentro de sus propios cuerpos”, cita el propio Mullis en un prefacio al libro del Dr. Peter Duesberg llamado Inventing The AIDS Virus. (Regnery Publishing, 1996) Información contenida en la última grabación del grupo Color Humano, Burundanga (Top Link, 2000).
Lo más alarmante del asunto son las cifras que ha reflejado esta enfermedad después de tanto tiempo. Se dan, suman, restan, comparan y proyectan cifras de ‘casos de SIDA’ (muchas veces sin distinguirlos de los ‘casos de seropositividad al VIH’, cuando siempre deberían ser estrictamente diferenciados) sobre y entre distintos países, y se saca conclusiones acerca del alcance mundial y de la supuesta epidemia, su situación en cada lugar, los resultados de las políticas erróneas contra su prevención, aplicadas en forma por demás descuidada. Por el contrario, se solicita más dinero para seguir haciendo esfuerzos en la dirección equivocada, es decir, siguiendo las hipótesis nunca demostradas: "el VIH existe" y "el VIH es la causa del SIDA". En Europa hay un hermetismo cuando se pide las pruebas científicas que demuestren dichas hipótesis (ver en la revista Más Alla de la ciencia" de noviembre-97 el articulo al respecto de su director, José Antonio Campoy)
La respuesta es la misma para ambas preguntas: el hecho de dar positivo a unas pruebas mal llamadas ‘tests del
SIDA’. Resulta que por ahora tanto las comunidades científica y médica internacionales como los médicos que los aplican y las personas que reciben los resultados y la población en general, dan estos tests por totalmente fiables -¡así han sido presentados desde el primer día!-, cuando en realidad no tienen validez alguna, como veremos a continuación
Pero para poder obtener y comparar cifras tendría que cumplirse las condiciones de que los tests usados efectivamente indicasen la misma situación de ‘infección por VIH’, de que fuesen los mismos en los distintos sitios y de que siempre diesen el mismo resultado. Pero esto no ocurre en absoluto en el submundo del invento ‘SIDA’. He aquí tan sólo algunos aspectos de lo que sucede en realidad:
* Aún suponiendo que el VIH exista (cosa de la que no hay ninguna prueba científica), resulta que ninguno de los tests empleados (ni los ‘indirectos’ por anticuerpos, como el ELISA y el Western Blot, WB, ni los llamados ‘directos’, en particular la PCR) ha sido validado antes de aplicarlo a millones de personas. Para validar un test para el virus X, en estudios previos a su uso y para una cantidad significativa de casos, hay que lograr aislar dicho virus X en todas las personas a quienes el test dé positivo, y, por el contrario, no poder aislar el virus X en ninguna de las que el test dé negativo. Esta comprobación elemental jamás se ha realizado para ningún ‘test del VIH’. En consecuencia, se puede afirmar con rigor que todo "seropositivo al VIH" es un "falso-positivo".
* Además, los criterios de interpretación en los tests son distintos de un tipo de test a otro, de un fabricante a otro, del mismo tipo de test, de un país a otro, incluso de una institución a otra. Por ejemplo, la mayoría de quienes en España sufren el calvario de creerse ‘seropositivos’, en Australia serían ‘seronegativos’ porque allí se aplica unos criterios mucho más estrictos
* En efecto, ocurre que los ‘tests del SIDA’ no son unos tests que afirmen, sino que aproximan l a verdad, es decir, los ‘tests del anticuerpos al VIH’ no indican si se tiene o no un determinado tipo de anticuerpos "formados por las defensas inmunitarias (en concreto, los linfocitos B) en presencia del supuesto ‘VIH’", sino que señalan presencia de más o menos cantidad del mismo tipo de anticuerpos
* Resulta que los anticuerpos cuya cantidad mide estos tests son en realidad autoanticuerpos, es decir, anticuerpos elaborados por nuestros linfocitos B (no los T, y aún menos los ‘T4’, que no tienen entidad biológica propia sino que son otro artefacto técnico) frente a proteínas estructurales (citoesqueletales) de nuestras propias células, como la actina y la miosina. |