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En el siglo XX, la abstracción ha sido asociada con una variedad de reducciones cuyo objetivo fue suprimir las referencias innecesarias dentro del discurso visual. En el mejor de los casos, la referencia se consideraba una complicación; en el peor una amenaza para la verdad visual. La estética platónica reduccionista, clave para el modernismo, ha continuado dentro del lenguaje posmodernista con la adoración de las premisas, a través del desafío. 'Abstracto' es un término que en la actualidad se ha desgastado completamente; sin embargo, continúa obsesionando a sus herederos eufemísticos.
En tanto la innovación continúe siendo juzgada a través de estrategias implícita o explícitamente reduccionistas, estaremos en la órbita de los cubistas, formalistas y constructivistas. No obstante, quizás no sea ésta una órbita tan deleznable. en una primera visión, el arte de Eva Jawerbaum parece sentirse cómodo de estar viajando en esa órbita. En una aproximación inicial a sus obras, nos parece estar en presencia de una hedonista cerebral que ha reconciliado el interés de los formalistas por la acción de formas y colores con la atracción censualista por la superficie. Aunque no están mal orientados, estos descubrimientos iniciales no pueden impedirnos observar algo mucho más importante acerca de la obra de esta artista, algo que se relaciona con la génesis de lo que, en otro sentido, podría calificarse como "abstracto" en su obra.
En Eva Jawerbaum la abstracción surge. Es parte de un proceso a través del cual concepción y realización se convierten en elementos contrapuntísticos. Su maestría en el uso de la técnica mixta le permite a Jawerbaum reunir aspectos de la pintura y el "assemblage" bajo la égida de diversas técnicas gráficas. La artista ha elaborado obras en (por oposición a sobre) el papel, que surgen como resultado de la acción directa sobre los materiales. Las técnicas de impresión son, aquí, verdaderamente un instrumento de un proceso creativo más personal. Las obras de Eva surgen como resultado de este proceso que fusiona otros dos procesos: concepción y realización.
Para toda la retórica de la acción y de la materia como imagen, el arte no referencial (digamos, la variedad abstracto-expresionista) sigue siendo referencial. Cuanto menos se asemeja, o parodia, la capacidad que tiene la música de evocar, o quizá recrear, estados de conciencia intuitivos cargados de emotividad.
En ciertas ocasiones, la obra lírico-abstracta modernista ha sido encargada de transmitir al espectador el supuesto estado intuitivo del artista, lo cual reduce la obra a un tipo de código estimulador de la emoción. Incluso, esto es más acertado que considerar la obra como un enfrentamiento místico con el pigmento como imagen única o con la acción de pintar, como si cualquiera de las reducciones fuera realmente profunda. |
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